Una vez más los medios de comunicación cubrieron y hablaron del transantiago, desde la óptica del usuario y no de las autoridades como suele suceder. Esto se dio ayer lunes 27 de agosto, cuando un grupo de indignados usuarios interrumpe el tránsito por avenida 11 de septiembre ocasionando una importante congestión vehicular.
Aunque de estas manifestaciones espontáneas ya sabemos bastante en nuestra atribulada sociedad, no conocemos mucho del malestar particular de cada usuario que debe lidiar a diario con un sistema de transporte deficiente. Un sistema donde las empresas concesionarias no cumplen a cabalidad con las frecuencias establecidas y donde las autoridades no desarrollan su papel fiscalizador, permitiendo que los tiempos sean manejados exclusivamente por los operadores. Operadores que amparados por el modelo de zonas exclusivas escatiman sus recursos a sabiendas que los usuarios no tienen alternativa y sea cual sea la frecuencia deberán esperar, porque a la larga serán trasladados por la empresa dueña de la concesión.
Este modelo de concesión exclusiva es en gran parte responsable del mal servicio prestado a los usuarios, esto debido a que las empresas operadoras han sido aseguradas por el estado de chile otorgándoles a cada cual una porción del mercado, en ausencia de la tan necesaria competencia, factor regulador de un sistema de mercado, que tanto nos gusta defender.
Este modelo de parcelas asignadas y exclusivas convirtió al transporte público en un monopolio en extremo rentable para operadores, pero catastrófico para los usuarios que quedaron a merced de los intereses egoístas de unos pocos que vieron, en el modelo de transporte público, una gran oportunidad de incrementar sus arcas personales, al amparo de un estado incapaz, o en muchas oportunidades no interesado en cumplir la fiscalización, ni su rol regulador que por ley se le asigna.